sábado, 22 de febrero de 2014

¿Quien no ha soñado con el paraíso?

Imaginese el lector en Izagaondoa a principios de julio. Todos los campos, algunos ya bastante amarillos, ondean al viento a la espera de que sean cosechados y que puedan dar de comer a los hombres. Los pueblos, en su mayoría, se llenan de alegria. Esa alegría que viene al principio del verano y que dan vida a los pueblos.
Para mi, este precioso valle es el mejor sitio donde pasar este periodo del valle. Tiene su encanto. ¿Quien no me dirá que prefiere despertarse y escuchar los cantos mañaneros de los pajarillos en vez del ruido del tráfico? Uno siente que se ha despertado en el paraiso. El salir a la calle y ver a la gente de siempre, que ilusionada, se dirige a la plaza a escuchar la tertulia diaria sin tener que pensar en el agobio que se produce en el invierno debido a la rutina de siempre.
El escuchar el ruido de la maquinaria agricola por las afueras del pueblo y que de todos los rincones salgan, como las lagartijas al sol, los más pequeños del pueblo para ver marchar a los agricultores a la faena que les espera en el campo.
Ya por solo esto, merece vivir la vida con alegría. El saber que hay un lugar en este planeta con el que consigues desconectar de todo. Ese sitio se llama Izagaondoa.
San Miguel nos vigila desde lo alto de la peña Izaga y nos presta su protección para que seamos muy felices en estas tierras. No habrá visto ni pocas parejas felices que acuden una tarde a visitarle para dejar ese amor en las manos de San Miguel. Yo lo pienso hacer.
Idoate, Lizarraga, Zuazu, Reta, Ardanaz, Iriso, Turrillas e Induráin parecen completamente diferentes. Y más cuando llegan las fiestas de los pueblos en donde la felicidad de todos los Izagaondoarras e incluso de los invitados, rebosa hasta regalarla.
Sin embargo, allí está Mendinueta. Solito y muerto, recuerda aquellos veranos de antaño en los que se lo pasaba igual de bien e incluso en Octubre, cuando se hacían las fiestas patronales.
Solo puede recibir a los paseantes que se acercan hasta él para recordar aquellos recuerdos que marcaron a las gentes de alrededor. Llora por haber perdido todo eso y desea, con todo el poco corazón que le queda, que alguien se acuerde de Mendinueta y haga posible que el pueblo vuelva a vivir aquellos veranos.
Beróiz sigue vigilando el valle entero. Situado en un punto clave del valle, la vista alcanza de Lizarraga hasta Induráin. Sin embargo, está muerto. Muy poca gente le visita ya y nadie acude a él hacia el 11 de Noviembre, día del Santo Patrón, a "echar" unos bailes o a comer con él, al contrario que pasa con Mendinueta, al que si acuden a celebrar las fiestas.
Izanoz es ya un recuerdo del pasado. No queda nada por allí mas que una cabaña de refugio. Ni campos, ni muros, ni casas, ni la iglesia. Nada. Ahora un pinar rodea un claro, donde antes estuvo el pueblo. El calor que dan los pinos cuando se encuentran cara al sol nos hacen pensar que es imposible encontrar vida por allí. Pero, aunque nos parezca mentira, la hubo.
En el extremo este del valle se encuentra Guerguitiain. Un despoblado que aun mantiene el edificio más antiguo que tenía. Y a mí me parece un auténtico milagro que se halla podido salvar esa pequeña joya si que se le hundiese el tejado. Esta semana pasada, la Iglesia de Guerguitiáin ha pasado a formar parte del ayuntamiento del valle. Una oportunidad de encarrilar a este pueblo de nuevo a las vias de la vida. Gracias, a todas esas personas que los habéis hecho posible: Ayuntamiento de Izagaondoa, especialmente a Ariza, Amigos del Románico, Asociación Valle de Izagaondoa, Fernando Hualde... desde aquí os doy las gracias por esta lucha que habéis llevado a cabo y que se ha cumplido ese sueño que nuestro valle quería y que parecía imposible: conservar esta pequeña iglesia. Y para que digan que los sueños se quedan es eso, en sueños.
Por último, Urbicáin sigue por un camino que no sabemos por donde va. Nos encontramos con un precioso pueblo que va camino de la ruina, que nadie lo cuida, y que da mucho pena verlo así. Sin embargo, a las afueras del pueblo, nos encontramos con unas naves ganaderas y podemos deducir, sin miedo a equivocarnos, que aun late vida por este pueblo.
Olvidándonos por completo de la actividad ganadera que se practica en este pueblo, nos encontramos con 5 viviendas, la mayoría sin un techo digno que las proteja. Sólamente hay una casa que aun se encuentra en buenas condiciones. Casa Predoz sigue siendo la casa más pudiente de todas. Es una pena que los hijos de Ildefonso la han cerrado para siempre. Digo esto porque se encuentra la portada cerrada con un muro de ladrillos.
Izagaondoa es un lugar donde se respira tranquilidad y armonía donde sus habitantes han sabido vivir con la madre naturaleza y, a día de hoy, lo siguen haciendo porque sus antepasados lo hicieron y ellos seguirán con aquello que en su día recibieron y que lo aman y lo amarán hasta que un día desaparezcan de este mundo.

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