miércoles, 27 de noviembre de 2013

La última batalla

1 de Agosto de 2042. En Lizarraga de Izagaondoa se va a vivir uno de los días más importantes de la historia del pueblo. A las 7 de la mañana suena tras muchos años sin sonar, el toque del alba que despierta al pueblo. Un toque que hace ya 300 años que existe. Si amigos, Lizarraga celebra ese día que su parroquia cumple 300 años de existencia. Santa Eulalia está hoy llena de alegría. Se le ve nada más entrar en el templo. Allí, sobre su balcón, la patrona del pueblo está llena de alegría. A las 11 de la mañana el coro de Izaga llega a la parroquia para calentar voces para la eucaristía que hoy se celebrará. Media hora más tarde, las campanas de la torre, junto con la del reloj, anuncian a los cuatro vientos el evento que está a punto de ocurrir. Los vecinos están metidos en pleno ajetreo de organización del tráfico de vehículos ya que parece que nadie en toda la comarca se lo quiere perder.
Todo el mundo parece feliz e ilusionados con esta celebración, pero hay alguien que está planeando una batalla, concretamente en este valle. Alguien que conducirá a su ejercito a la última batalla. La definitiva.

Casi son las 12 del mediodía cuando aparece el obispo que presidirá la eucaristia. A las 12 del mediodía las campanas vuelven a sonar aun con más alegría. Se acaban de cumplir 300 años de la inauguración de la iglesia de Lizarraga. Mientras el coro canta esos acordes celestiales, el obispo vuelve a bendecir el altar de la iglesia que luce hoy su mejor vestidura. La misa acaba con procesión apoyada por la antigüa patrona del pueblo, la Virgen de Lizarraga.

Con juegos y música prosige la fiesta. Ya en la hora de comer, el la que participan más de 200 personas incluido el obispo, algo en el reino del fuego estalla: Satanás ha dado comienzo a la batalla del Apocalipsis.

Los habitantes de Izagaondoa no lo saben. Ellos siguen con la fiesta en Lizarraga. Aquí es cuando un jóven del valle se da cuenta de que algo malo va a pasar: El cielo se ha oscurecido muy rápido y hay algo en su interior que le incita a entrar en la cumpleañera parroquia de Lizarraga. Temeroso entra en ella y allí descubre a la patrona de Lizarraga, Santa Eulalia, que ya no está en su sitio original, sino sobre el altar. Nuestro querido Juan se asusta un poco pero ve que Santa Eulalia le ha llamado:

-"Juan no tengas miedo. Solo quiero decirte que tienes que ayudarnos. Satanás acaba de llegar a Induráin para combatir en la última batalla del Apocalipsis. ¡Rápido, necesitamos que alguien suba hasta la basílica del Arcangel San Miguel para que le abra la puerta y pueda guiar a los ángeles celestiales en la batalla!"

Juan no duda ni un instante y emprende el viaje hacia la peña Izaga. Ya se ve en el este del valle las columnas de humo del ejército del demonio. Se intenta dar más prisa cuando mira hacia Izaga. Allí ve una potente luz que sale de la basílica. Sabe que San Miguel le está esperando ansioso antes de que Lucifer destroce todo. Incluso le llama a nuestro amigo para que se de prisa. Juan incluso sube corriendo y cuando está a punto de caer rendido por el cansancio, consigue abrir la puerta.
Acaba de comenzar la última batalla.

La fiesta en Lizarraga se ha interrumpido viendo el panorama de la batalla. Los ángeles celestiales, liderados por San Miguel, luchan ante el ejército del fuego. Santa Eulalia, Santa Águeda, San Pedro, San Martín y San Esteban, patrones de Izagaondoa, ayudan al ejército celestial. Los habitantes del valle oran a San Miguel como lo han hecho durante siglos pidiéndole protección. Ante esta situación San Miguel les oye que le están dando un claro mensaje: "Protejenos como siempre lo has hecho".

Con esta subida de moral, los ángeles atacan con más furia y, milagrosamente, derrotan al enemigo.

San Miguel y los ángeles regresan victoriosos a la basílica de Izaga donde se encuentran al pequeño Juan desmayado en la misma puerta. San Miguel no puede verle sufrir asi que lo coje entre sus brazos y, junto a su caballo, lo bajan hasta Lizarraga. Allí lo deja entre la gente a la que les dice:
"Gracias por todas esas oraciones que habéis hecho a lo largo de la historia y sobre todo, a las de esta tarde tan dificil. Gracias a Izagaondoa, el mundo está a salvo. Muchísimas gracias por conservar ese fe que nos ha salvado. Seguir así y nunca os pasará nada. Seguir visitándome como lo habéis hecho a la cima de Izaga que allí os estaré esperando".

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